-¿Vas para Amsterdam? Tienes que fumar en un coffee shop y caminar por el Red Light District. Eso fue lo que algunos amigos me dijeron cuando les conté sobre mi itinerario en Europa con una pequeña escala en la mal llamada ciudad del sexo. Y cuando digo mal llamada es porque la ciudad es más que eso, drogas y sexo están en todos los lugares del mundo.
Luego de mi buena experiencia en Bélgica, conociendo lugares con personas locales decidí que Amsterdam debía ser mostrada por un local y no por los ojos de un turista. Hans, un holandés cercano a los 50 años me hospedó durante 3 días en los que compartí las actividades de un local.
Cuando ves las calles sabes que estás en un lugar especial. Todo es perfecto: el transporte, las vías, su arquitectura colonial, su comida, los detalles bien puestos en cada rincón y claro está, sus mujeres. Porque a pesar de existir tanta diversidad étnica, en poco tiempo eres capaz de identificar una holandesa del resto de mujeres.
Pero bueno, hoy sacaremos provecho de haber tenido un guía de tiempo completo. Lo primero que hicimos fue levantarnos temprano, tipo 7 a.m. para qué nos rindieran los tres días que estaría allá. Y ese fue el primer detalle que identifiqué en las personas, han adoptado la perfección de la ciudad en sus vidas llevandolos a sentir impaciencia cuando un bus o metro se retrasa más de 2 minutos. Aunque tienen una juventud desenfrenada, en el tiempo convergen hacia una vida que gira en torno a la exactitud y perfección.
Una vez organizados, fuimos en un bus al centro de la ciudad. Estos buses muchas veces son más usados por los turistas que por los locales. Según nuestro amigo, hay 34 millones de bicicletas para 10 millones de habitantes en Holanda, si, la bicicleta per cápita es de 3,4. No encontré una explicación clara a ese hecho pero el efecto que tiene en la población es increíble, dicen que los niveles de mortandad por enfermedades del corazón es más baja además del grado de contaminación, sin contar que el espectáculo de ver miles de bicicletas en las calles es increíble.
Recorrimos los alrededores del centro, donde los canales son sus protagonistas descubriendo porque la ciudad es llamada "La Venecia del Norte" (cuando estemos en Venecia lo comprobaremos). Sus casas guardan una simetría perfecta que es diferenciada por colores y pequeños letreros que muestran el sello personal de cada hogar. Incluso allí se encuentra la casa más angosta del mundo con no más de un metro de ancho.
Luego nuestra caminata nos guía al Mercado de las Flores que es uno de los sitios preferidos de los ciudadanos, y apetecidos por los turistas dado que al frente se ubican las tiendas de quesos donde se pueden probar más de 20 variedades dependiendo de la hora en la que se pase. Aunque en mis últimos años tuve la oportunidad de tener un bagaje gastronómico bastante amplio, les aseguro que los quesos que allí probé (acompañados de una mostaza especial) nunca habían pasado por este paladar. Al principio sentí algo de pena cuando me metí a " gorriar" (palabra Colombiana que expresa tomar algo que es gratis o que se vuelve gratis cuando se toma) sin embargo cuando vi que muchos lo hacían, le presté menos importancia.
Amsterdam me estaba mostrando comida, arquitectura, cultura, y organización sin embargo faltaba algo y fue lo que descubrí con algunos amigos de mi gran guía. En primer lugar estaba Janeth, una mujer que junto al resto de su grupo se encargan de orar y ayudar a las personas menos favorecidas. Ellos oraron por mi viaje. En segundo lugar esta la iglesia cristiana Hillsong Amsterdam que guía el camino de aquellas personas de la ciudad que se sienten confundidos por lo que los turistas han creado en su ciudad. En palabras de Hans "la ciudad se ha convertido en un destino donde jóvenes de otros países llegan a drogarse porque dicen que aquí es legal, lo cual no es cierto. Cuando no vienen a los coffee shops, vienen a la mal llamada Ciudad del Sexo sin pensar en que las mujeres del Red Light District son mujeres que vienen desde otros países engañadas para trabajar como prostitutas sin la posibilidad de volver a casa."
Así como Hans, muchos ciudadanos piensan en el problema que trae el turismo para la formación moral de sus hijos dado que tiende a destacar los vicios de la ciudad más que su verdadera esencia. Y es allí donde la ciudad se vuelve fuerte y muestra lo mejor de la cultura holandesa. Un festival de música en plena verano recibe a los estudiantes que van de las diferentes villas a estudiar, mientras que otro festival recuerda que alguna vez las tierras de los mil quesos vieron nacer a la dama del jazz. Los canales que rodean a las casas perfectamente mantenidas guían a los turistas a una aventura en el pasado. Una riña entre Van Gogh y Rembrandt por atraer a las personas a su muestra artística contrasta con los mercados callejeros donde el arte es dejado de lado para exhibir baratijas sacadas del baúl de algún abuelo, abuelo que seguramente estará rezando por sus nietos y todos los jóvenes que deben enfrentarse día a día al cliché de la mal llamada "ciudad del sexo".
Ya son las 19:34 y es momento de ir a conocer dos ciudades en una: Berlín.
A mi me sirvió:
1. Hacer couchsurfing. No por lo que me ahorré en hospedaje sino por lo que gané en conocimiento.
2. Comer en la calle "patat stoofulees" y diferentes tipos de quesos.
3. Ir a una iglesia cristiana para conocer otra cara de la ciudad.
4. Hablar inglés. Es suficiente.
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