noviembre 21, 2013

Nepal: A la conquista de los Himalayas


Ya había recorrido unos 20.000 km desde que salí de casa y en el camino había conocido muchas personas de diferentes nacionalidades. Al hablar con ellas les contaba sobre el clima tropical de mis países, la no existencia de estaciones y de lo bien que era vivir con no menos de 15 grados de temperatura. Muchos de ellos se quejaban del invierno, un invierno que yo nunca había tenido y que nunca me había dejado tocar la nieve. Era momento de cambiar esto.

Día 1 - Pokhara (820 mts)

Luego de pelear una silla al lado del conductor y 8 nepalis más, llegué a la ciudad de Pohara, famosa por ser el punto de partida a explorar el circuito del Annapurna, circuito que pasa por los campamentos bases de las montañas del Himalaya ( las famosas montañas de más de 8000 metros de altura).

Luego de conocer a Rafa, un andaluz que crucé en la terminal, me encontré con la turista que conocí en Lumbini un par de días antes, aquella que me hizo cambiar mis planes en Nepal. Discutimos sobre que treeking hacer y decidimos que haríamos el "Poon Hill", una montañita de 3200 metros de altura que se puede hacer en 3 días. La verdad mi plan inicial de hacer el Everest en 12 días me parecía muy retador y hacia que este nuevo plan fuera insignificante. Pero bueno, tal vez lo de tocar la nieve tendría que esperar.

Día 2 - Ulleri (2020 mts)

La resaca de la fiesta de la noche anterior apenas dejaba hablar el nepali necesario para llegar a la oficina donde obtendríamos los permisos. Luego de un rato teníamos nuestros permisos y a dos catalanes, Ale y Jordi, quienes completarían el equipo que iría a la conquista del "Poon Hill", el mirador de 3000 metros desde donde se ve la cadena de Himalayas. Si, mis planes cambiaron y decidí ir a un mirador, nada exigente, pensaba.

Luego de tomar un bus que nos llevó a la entrada de los caminos que conducen a las montañas y 4 horas de caminata llegamos a Ullerii, donde nos alojamos por 100 NRPS (1 USD). Luego de ver el ridículo precio que pagábamos fuimos a comer, en este caso el precio no fue ridículo, de hecho me puso a pensar si podría acabar el treeking dado que llevaba muy poco dinero porque escuché que los precios eran mucho menores.

Día 3 - Ghorepani (2855 mts)

Al tercer día nos exigimos e hicimos dos caminatas de 4 horas con un espacio para almorzar Dal Bath, el plato típico de Nepal. El arroz en nuestros dedos combinado con los vegetales sabía muy bien luego de la exigente jornada. 


El camino se caracterizaba por unas subidas de escalones que parecían eternas. Sin embargo los valles que encontramos y los riachuelos que bordeaban nuestro camino hacia que la caminata fuera más amable. Al llegar al hospedaje un chorro de agua fría nos anunciaba que nos aproximábamos a los Himalayas.

Día 4 - Poon Hill (3180 mts)


Eran las 5 am cuando empezamos el ascenso de una hora al Poon Hill, ese mirador del que tan mal había hablado. En el camino las banderas tibetanas me anunciaban que me aproximaba a un lugar especial. A mi derecha los Himalayas se despertaban con sus grandes sombreros blancos , a mi izquierda había un mar de nubes que sólo dejaba ver los picos de las montañas. Con cada paso salía un rayo de luz que le daba un color diferente a cada elemento del paisaje.

Y finalmente, habíamos llegado a esa "pequeña duna" de la que no esperaba nada pero me lo dio todo. La visión de la cadena de Annapurnas (6000 - 8000 mts) es hermosa. 


Estábamos realmente felices, como niños que iban a un parque, tomamos fotos, hablamos, saltamos y otros como yo, pensamos. Pensé en lo feliz que me sentía por tomar la decisión de ir a esa pequeña montaña, en tomar esa decisión de no ir al campo base del Everest e ir con este grupo de españoles a l Poon Hill. Porque definitivamente los lugares los hacen las personas y yo no podía estar mejor rodeado.

Día 5 - Chhomrong (1950 mts)- Dovan (2550 mts)


La caminata de la mañana fue increíble. Los colores de los pastos nunca fueron más vivos y los nepalis nunca fueron más amables. Tal vez era esa energía del día anterior la que nos hacía sentir tan bien, ese lugar era realmente mágico. Y ella, ella lo hacia más especial. Aunque no les hablé de aquella turista tienen que saber que siempre estuvo allí, sorprendiendome con cada palabra y cegandome con cada mirada. Eso reafirmaba lo fortuito que fue mi cambio de plan.


Y como eso de cambiar planes me había resultado tan bien, al medio día, en Chhomrong, decidí separarme del grupo para seguir sólo al ABC, no podía quedarme con una visión lejana de las montañas, tenía que tocarlas. Un hasta luego y una última mirada me enviaron a una caminata de 5 horas que puso a prueba mi físico, ese que en los últimos meses se había entrenado para viajar por el mundo. 


Al llegar a Dovan, hablé con un grupo de 23 venezolanos sobre mi experiencia. Me parece increíble como algunos me ven como un héroe, como alguien que no tiene pudor, alguien que no tiene miedo y al parecer alguien que perdió la cabeza. Antes de ir a dormir con los guías nepalis en el restaurante, les dije a los 23 venezolanos que nunca había tenido la cabeza mejor puesta, que los que estaban locos eran ellos.

Día 6 - Annapurna Base Camp (4130 mts)

El plan era sencillo: dos jornadas de caminata de 4 y 3 horas y estaría en el ABC.


El camino era espectacular, un valle de montañas de 6000 metros que en el fondo mostraba la "cola de pescado" esa figura que el Machhapuchrre y los Annapurnas formaban para servir de brújula a los que caminábamos en solitario. 

La comida no era mucha porque aunque mi grupo me había prestado dinero antes de separarnos yo sabía que no lo iba a utilizar, era uno de esos "mini retos" que creamos en la vida, esos que nos suben un poco el ego, esos que son necesarios.


A eso de las 2 de la tarde estaba sólo a dos horas de camino y realmente estaba cansado. Tal vez la altura y el esfuerzo de los últimos 3 días me estaban diciendo que debía parar un poco. Como muchas veces no hice caso y a eso de las 4:30 PM estaba en el lugar más hermoso que nunca hubiera visto: el campamento base de una de las 10 montañas más altas del mundo. No sabía que pensar, el frío se metió en mis venas y me estaba recordando que era un latino, un animal caribeño que no podía ir sin el equipo apropiado (la verdad es que no lleve mucha ropa para este clima).

Luego de ver las estrellas y celebrar con "puro y ron" que un cubano me ofreció, caí muerto.

Día 7 - Sinuwa (2340 mts)


Al día siguiente experimenté el frío más intenso nunca vivido. Eran las 5 am y empezaba a recorrer el valle del Annapurna, un valle que me mostraba con una claridad perfecta sus picos en medio de la oscuridad. El amanecer tomaba la luz del sol y poco a poco pintaba los picos de las montañas de amarillo, nunca vi algo así.

En el resto del lugar habían banderas tibetanas que acodornaban monumentos a los caídos durante las expediciones a las montañas, esas que apenas empiezan en el lugar donde estaba. 


Eran las 8 am y la gente empezaba a bajar, el lugar se desocupaba y yo ya tenía menos frío. En ese momento vi una colina de unos 100 metros de altura y decidí visitarla. Bailaba en medio de la nieve y cantaba a ese sonido del silencio que rara vez se veía interrumpido por el del viento. Empecé a tomar mil fotos y a sentirme más vivo que siempre, sentía que así como en los últimos 3 años, tenía el mundo en mis manos (esta vez era real). 


Al llegar a la cumbre simplemente me congelé: estaba al borde de un glaciar, un paso más sería el último de ese latino que se arriesgó a irse viajar en el tiempo al otro lado del mundo. Me quede una media hora, sentado en ese fino borde hasta que algo  asombroso pasó: a 50 metros hubo una avalancha que me recordó lo pequeño que era.

Bajé lo más rápido que pude hasta encontrarme con Johan, mi amigo cubano que cumplía años ese día y al quien le regalé "7 años en el Tíbet". La celebración fue una cena nepali con la cerveza más fría del mundo: Everest 

Día 8 - Pokhara (820 mts)


Luego de una jornada de 5 y 3 horas ya estaba en el carro que me llevaría a Pokhara. Una vez más pensaba en lo afortuna que era, me encantaría que la gente que conozco hiciera lo mismo que yo porque se que muchos conocerían la felicidad, yo ya la conocía antes de viajar.

Llegué al hostal donde me quedaría unos días para disfrutar del pueblo y mi sorpresa fue alucinante cuando vi que estaban esos españoles que dejé 3 días atrás, esos que deberían estar en Kathmandu. Sin embargo faltaba una, la más importante, aquella a la que le quería preguntar sobre el estado del tiempo en Ciudad de México, aquella a la que le preguntaría sobre su opinión de los autos que vuelan o sobre el olor un pez debajo del agua. Me contaron que ella, estaba en Kathmandu y que la visitarían al día siguiente, así que fui a comprar un pasaje y como había sido costumbre en los últimos días, cambie mi plan, iría con ellos al día siguiente.

noviembre 20, 2013

Bitácora de un viajero #8 (No es más que un hasta luego)

Ay hombre, por donde empezar, por donde empezar...


No puedo decir que mi viaje a la India me ha cambiado como les pasa a muchos extranjeros, porque en mis países de origen, las personas también sufren de hambre y el sufrimiento de verlas no es nuevo para mi. Las personas viven cada día como si fuera el último e imprimen alegría en cada cosa que hacen, acá en la India también.  No puedo decir que me volví más religioso porque no lo hice, respeto su cultura y me admiró la devoción que los fieles le tienen a sus dioses. No puedo decir que no encuentre un lugar que me ponga a reflexionar menos que este país porque aún no conozco el mundo entero. Y no puedo decir adiós porque definitivamente la India tiene algo especial que no deja de sorprender a las personas en cada minuto, algo que nos hace volver.

Hasta luego a las grandes ciudades, esas que me enseñaron que algo de concreto, bocinas de autos y millones de personas movilizandose a cada minuto, puede llevar mi stress a niveles nunca antes vividos, un stress que despertó mis sentidos.

Hasta luego a las campanas y plegarias a la madrugada, esas que sin saber que significaban me invitaban cada día a dar una oración al cielo. Cuando no las oía, sabía que en algún lugar no muy lejano, alguien estaría orando por un día mejor.

Hasta luego a la multiculturalidad, esa que luego de unas semanas hizo que me sintiera en casa, esa que hace que musulmanes, hindúes, cristianos y budistas vivan entre si, aceptando que hay varios caminos para llegar a un Dios.

Hasta luego a los paisajes inigualables de la India, tanto los naturales como los construidos por el hombre. Cuando pensaba que había visto algo grandioso, tenía que tragar mis palabras y aceptar que la India nunca me dejaría de sorprender.

Hasta luego a los sabores, esos que encontré en restaurantes callejeros y en los de más alta elite. No importaba cuantos ceros tenía la cuenta, en la cocina todos los indios son iguales.

Hasta luego a la infinidad de colores. Los vi en los vestidos de las mujeres, en las camisas de los chicos, en los zapatos de las jovenes, en los techos de las casas, en los rickshaws, en cada plato donde comía, en las diferentes ciudades, en los animales que corrían a mi lado cuando aún yo tenía miedo, pero sobre todo los vi en las personas, esas que en cada región tenían un tono de piel especial.

Hasta luego a las largas conversaciones con mis nuevos amigos indios, esos que me entregaron su confianza y sinceridad a cambio de nada. Eso de que los indios son unos interesados sólo porque eres extranjero es una mentira, espero no volver a oír eso.

Hasta luego a los 118 crores de Indios, porque siempre me regalaron una sonrisa, me pidieron una foto, me ofrecieron un te, me guiaron a mi destino, me preguntaron donde era y si ya estaba casado. A ellos les doy felicitaciones porque tienen un país que no se repite en ninguna parte del mundo, tienen la pureza de un pueblo que no es mendigo. Por el contrario es un pueblo que le saca negocio a todo y que aunque algunos dicen que son perezosos, es mentira: en la India siempre habrá personas trabajando las 24 horas del día.

Les prometo que volveré. La próxima vez no seré tan turista, seguiré intentando ser más viajero y porque no, ser un local. Finalmente entendí porque siempre me decían que parecía indio, porque definitivamente querían que me sintiera en casa.

Gracias y hasta luego...



noviembre 18, 2013

India - Nepal: De lo santo a lo santo

 

No podía dejar de pensar en lo bien que la había pasado en Rajashtan: los amigos que había hecho, los paisajes que había visto y los colores de la India concentrados en un solo estado, me ponían un poco nostálgico. Ese épico viaje de 30 horas que estaba haciendo a Varanasi con escala en Delhi, estaba inundado por la nostalgia de saber que sólo estaría 4 días más en la India, Nepal se aproximaba.

noviembre 08, 2013

India: Los colores del desierto


Habían pasado casi 23 horas desde que había tomado mi bus al estado de Rajashtan, el estado de colores de la India. El bus paró a las 3 de la madrugada por un par de horas porque el conductor tenía sueño, tuve que estar en un embotellamiento por unas 2 horas porque estaban reparando un puente, gasté 3 horas más esperando que el bus se llenará de pasajeros para volver a arrancar, y finalmente un árbol que cayó frente de nuestro bus, demoró ese viaje que parecía interminable. El largo camino valió la pena.

noviembre 04, 2013

Bitácora de un viajero #7 (¿Cuanto años son 16 años?)



Eran las 8 de la mañana del 4 de noviembre del 2013. Mi día comenzaba en el lugar budista más i portante del mundo, la estupa Boudha en Katmandu. Mientras daba vueltas a la escultura, como símbolo de oración, pensaba en lo que había sido mi vida durante los últimos 16 años.