¿Qué carajos hago aquí? Es la frase que en mi cabeza ha surgido cada vez que llego a un lugar increíble que nunca imaginé visitar. Pero esta vez, cuando estaba en el bus hacia la estación central de trenes de New Delhi, la frase tomó mayor intensidad.
Cuando empecé a escribir este blog pensé en describir la experiencia de 15 días de viaje por el norte de India pero me di cuenta que mi primer día en la India lo valía mucho más que lo que he vivido hasta ahora.
El avion que nunca llegó
Eran las 6:45 a.m. de la mañana del 10 de agosto y luego de estar en la terminal internacional del aeropuerto por 5 horas, aún no tenía noticias de mi compañera de viaje que llegaría a la misma hora que mi vuelo pero por otra aerolínea. Mientras pedia prestado un celular para revisar el correo, realizaba un plan alternativo que me ayudara a enfrentarme a la India dado que no había planeado absolutamente nada y todas mis esperanzas estaban en mi amiga. Sin embargo, cuando ya estaba resignado, mi amiga apareció de la nada y me contó sobre el retraso de su vuelo. Ya estaba a salvo y todo estaría bien, que equivocado estaba.
Salimos del aeropuerto y nos enfrentamos a la ola de calor. Tomar un bus parecía fácil, sin embargo los carteles en Hindi que eran traducidos al inglés por indios a los que no se les entendía nada, me hacían sentir en un lugar completamente desconocido, algo que nunca antes habia sentido.
En busca de un ticket de tren
¿Sabían que en la India se encuentra la red de trenes más grande del mundo? Yo lo sabía y tambien sabía sobre la cantidad de gente que es transportada día a día. Pero nunca pensé que comprar un ticket sería una tarea casi imposible.
El libro guía nos decía que fuéramos hacia el "International tourist bureau". Sin embargo en el camino nos topamos con gente amable que quiso llevarnos a agencias de viaje a 20 minutos de la estación de tren, lugar en el que ya estábamos. Luego de una hora y media, y de seguir a tres indios, logramos escapar de la red de comisionistas que están en todos los lugares turísticos: regla #1 Nunca reciban ayuda de alguien que los aborda y pregunta sobre su pais de origen y destino, siempre esperen y sean ustedes los que abordan a alguien más.
Seguíamos los letreros interminables y luego de caminar otra hora el sin fin de pasillos de la estación de tren, llegamos al lugar donde encontramos un ticket para el otro día con destino a Amritsar. Tomamos una última bocanada de aire en el bureau y salimos a enfrentar a Delhi.
Si quieren estar acá, prepárense
En dirección a Pajarganh (barrio de backpackers) caminamos rápidamente, esquivamos motocarros, carros, y de vez en cuando un bus. Saltamos charcos, evitamos a los miles de vendedores que parencian nunca acabar. El olor del curry penetraba nuestras ropas y se mezclaba con un olor fétido que salía de las cañerías. Las caras no eran amables, simplemente reflejaban la codicia y necesidad de aquellos que aman y necesitan unas rupias. Los colores eran grises y aunque trataban de brillar, al instante volvían a su oscura "realidad". El sonido de las bocinas quería dejarnos sordos a la vez que nos insultaba por tratar de evadirlo, los gritos eran más intensos y cada vez nos hacían más daño.
Pero ya estábamos al frente del hotel, no nos importó entrar en esa cueva oscura porque sabíamos que los únicos habitantes seríamos nosotros. Debíamos aceptar que la India nos estaba poniendo la primera prueba y quería que nos adaptáramos y así lo hicimos. Luego de cerrar la puerta caímos rendidos por el cansancio.
Después de la tormenta
La tensa calma llegó al otro día, sabíamos que lo del primer día había puesto a prueba nuestros sentidos y teníamos que aceptar que la realidad era caótica. Si no lo hacíamos nuestra estancia en la India sería infernal.
Así que salimos, compramos algunas cosas para nuestro viaje y empezamos a adaptarnos. Era muy temprano para lanzar juicios pero empecé a descifrar lo que aquella ciudad me quería decir: aquella ciudad estaba sacando lo mejor de mi, estaba despertando aquellos sentidos que tanto tiempo durmieron bajo un traje. Empecé a negociar con el comerciante de telas y me di cuenta que yo no era nadie. Comí su curry y me di cuenta que no era capaz de tolerar un simple picante con especies. Recibir el ataque de 15 vendedores por cuadra media mi tolerancia y ésta estaba en el suelo. El rose de la gente y el exceso de bullicio no era más que eso, un exceso que podría ser ignorado pero no podiía hacerlo. La India sería una buena escuela para lo que se me vendría en el resto de mi viaje por Asia.
Mientras caminábamos a la estación de tren vimos un parque y pensamos que sería bueno entrar, sería bueno arriesgarnos a conocer a Delhi y no huir derrotados. Y que bueno fue entrar al Humayun Tumb, un templo que nos decía que la recompensa sería enriquecedora si tenemos paciencia.
Pero aquello que me hizo pensar en una India amable, aquello que me dio la primera señal para seguir este viaje de más de dos meses sin titubear, aquello que me hizo sentir en la comodidad de mi casa, fue la siguiente imagen: la de personas que sonreían y saludaban como muestra de agradecimiento por tomar el riesgo de descubrir su país. Bienvenidos a la India.
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