Hace unos días pensaba sobre como fue que este proyecto, el de hacer de mi vida una aventura, empezó. Recordé mis días de dormir en estaciones de buses en EEUU, los desayunos de ceviche en los mercados de Perú, el recorrido por la ruta de los volcanes en Ecuador y mi retorno a Morrocoy, el parque natural ubicado en Venezuela donde acampaba cuando apenas era un niño. Todos estos fueron parte de los viajes preparatorios para dar una vuelta al mundo, una vuelta que desde el primer día me demostró que había tomado la mejor decisión de mi vida.
Sin embargo luego de pensar y pensar, recordé un viaje que me marcó y recordé durante mis 15 meses en Asía. A finales de 2012 estaba cuadrando mi presupuesto y sabía que no podría gastar mucho dinero por lo que aproveché mis vacaciones para ir a conocer Cartagena de Indias. Es increible que hasta ese entonces no había visitado la ciudad amurallada, tal vez tenía miedo de visitar unos de los lugares más turísticos de Colombia, pensaba que algo que había sorprendido tanto al mundo no lo haría conmigo. Que equivocado estaba.
Como era parte de mi entrenamiento, no hice ninguna reserva. Simplemente tomé mi mochila y luego de llegar al aeropuerto me monté en un bus donde un hombre me dijo "entonces cachaco, ¿vas para Getsemani?". Como no sabía hacia donde iba, asentí con la cabeza.Al bajarme del bus, me encontré con más de 400 años de historia en forma de murallas, por lo que mi sorpresa me llevó directo a aquel castillo que tantas veces vi en la televisión y revistas. Los vigilantes del castillo de San Felipe me saludaron diciendo "Entonces cachaco, ¿te guardamos la maleta?" una vez más acepté el ofrecimiento y descargué mis siete kilos de equipaje para descubrir las vistas atónitas que daba el lugar.
Luego de encontrar hospedaje en Getsemani, no me pude quedar quieto por lo que empecé a explorar las calles coloridas del centro histórico. Tengo que aceptar que me sentí como un tonto luego de reconocer que había estado equivocado al pensar que era un lugar más. Las flores de las casas cobraban vida con cada rayo de luz mientas que los gritos de las mujeres invitaban a probar las cocadas (postres de coco) que viajaban en sus cabezas.
Al día siguiente fui en compañía de Samia, una franco- marroquí que me acompañaría a descubrir un poco más de la "Cartagena no turística". Luego de comernos una arepa de huevo con jugo de zapote y leche Klim (típico desayuno de las calles de la costa atlántica), fuimos a un mercado donde una mujer me dijo "hola mi amor, ¿un regalito para tu novia?". Luego de hablar un rato sobre los beneficios de los jeans "levanta cola" le dije que un día volvería con una novia de verdad para que se los midiera. Coco, papaya, piña, mango, bananas fueron nuestra dieta del día. Hombres jugando dominó por las calles hacían de éstas un campo de batalla donde los jugadores siempre terminaban abrazados.
El sol se iba y luego de comerme una de las mejores pizzas del país me encontraba con Teresa e Isa, una alemana y una sueca que me invitaron a tomar unas cervezas en las calles bohemias de Getsemani. Al cabo de un rato empezamos a hablar con los capitanes de los barcos que navegan entre Cartagena y Panamá. Los corsarios nos contaban sus aventuras de antaño mientras pensaba en como me gustaría ir a navegar el mundo. Luego de unas cervezas, unas calles oscuras y una puerta azul, me encontraba en un lugar recibiendo clases de salsa en plena madrugada. Nunca he sido el mejor bailarín pero cuando mi profesor me dijo "entonces cachaco, ¿una bailadita?" tuve que aceptar el reto.
Eran las 5:45 de la mañana y mi cabeza me llevó al puerto de los pescadores, lugar donde los lugareños viajaban a la isla de Barú. Me fuí hablando con una profesora que me contaba de lo orgullosa que se sentía de sus estudiantes porque de seguro serían una generación que ayudaría mucho a la isla. Ella me dijo que era una pena que la gente solo viera los lugares de la ciudad y no se arriesgaran a conocer más a las personas. Yo le di las gracias por la conversación y me lancé al agua a descubrir la playa más linda de Colombia, playa blanca.
Es uno de esos lugares donde la velocidad del tiempo disminuye, uno de esos lugares donde la vida cobra sentido, donde la simpleza de las personas se mezcla con la complejidad de los colores que refleja el mar. Lastimosamente luego de un par de días mi camino debía seguir, iría a la ciudad de Barranquilla.
Hace unos días estuve en el V Encuentro nacional de bloggers y nos contaron que en 2015 el evento sería en Cartagena de Indias, en el Hotel de las Américas, esto me inspira a visitar una vez más la ciudad amurallada para conocer a sus personas, hablar de la vida y de sus problemas pero sobre todo hablar de sus sueños. Es una deuda que tengo con aquella profesora que conocí en la lancha camino a Barú y que antes de despedirse me dijo "Entonces cachaco, te vas mañana pero ¿cuando vuelves a Cartagena?"
Estupendo el viaje que has hecho, ahí desde el barco sacas internet y a ejercer como broker online, seguro que con ese paisaje rindes bastante más jajaja
ResponderEliminarFue una experiencia de vida increíble! Por ahora sigo en Bogotá pero ya se me ocurrirá como hacer de esta experiencia un proyecto de vida!
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