Mi día estuvo rodeado de diligencias que no me dejaron pensar en lo triste que sería ver a mis padres llorar. Por el contrario se volvió un aliado que me presionaba a hacer todo lo pendiente de forma organizada, y así fue. Cuando menos, me di cuenta que ya era hora de ir al aeropuerto.
Luego de llorar con mi mejor amigo, y estar dispuesto a embarcarme en el avión escuche la voz del dinero. El ya me hablaba desde hace un tiempo así que no fue sorpresivo escucharlo una vez más. Resulta que el vuelo estaba sobrevendido así que me ofrecían 600 EUR por quedarme un día más en Bogotá, 600 EUR que me arreglarían la vida porque mi presupuesto en Europa era limitado, así que tomé la decisión obvia: abordé el avión.
Ls razones fueron dos: me había comprometido a llegar a París a la casa de Arnaud, un francés que me daría hospedaje a cambio de cuidar un perro y un loro. Segundo ( y más importante) no podía postergar el inicio de esta aventura, tenía la oportunidad de tomar mi vuelo al viejo continente y sólo la naturaleza podría impedirlo.
Tras pasar migración y disfrutar por un buen tiempo del humor de los oficiales colombianos que hablaban de la rumba del fin de semana, me encontraba en un avión tan grande como los que habían derribado tantas veces en las películas gringas. Miré alrededor y luego de escuchar a las azafatas hablando en alemán, me di cuenta de que estaba en el minuto "cero". Esperemos lo que nos trae la "cuenta progresiva".
¿Para qué esperar?
Como todavía no soy un blogger experto les pido que me entiendan dado que quiero contarles todo, seré específico. La imagen que ven arriba no es más que la pantalla que arreglamos las azafatas y yo dado que me la tiré. Y es que la recursividad que me caracteriza empezó a cosechar sus frutos, cosa que entendí cuando vi lo sorprendido que estaba medio avión cuando les propuse pegarlo con cinta ( a cualquiera se le hubiera ocurrido).
Luego de hacer escala en Alemania y contarle al guardia de mi travesía hacia Asia, empece a hacer cosas de alemanes. Pedía cerveza en el avión como los otros 100 "catires" que me acompañaban, decia danke a todo lo que me decian y escuche Ramstein todo el trayecto hasta qué al ver por la ventana visualice el símbolo del lugar que me acogería por la próxima semana: la torre Eiffel.
A usted le gusta hacerme llorar... no? De nuevo don F, espero que chulee muchas y con diferentes nacionalidades
ResponderEliminarjajaja no es la idea de este viaje pero lo tender en cuenta. Este atento al blog de este fin de semana, un abrazo
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