Esta es la historia de como me convertí en hombre, por segunda vez en mi vida...
¿Dónde están los tuc-tuc?
Eran las 4 a.m. Y apenas y podía identificar los rostros medio achinados que veía a mi alrededor. Como pude tomé mi mochila de la banda y salí a buscar una silla, me acosté y conté vacas hasta que caí profundo.
A lo lejos escuche un canto, una melodía que no conocía, una melodía que se multiplicaba hasta que abrí mis ojos y me dije -¿dónde carajos estoy? Hice mi rutina post-arrival, fui al baño del aeropuerto, revisé las tasas de cambio y pedí un mapa. Tenía que llegar al hospital donde me examinarían el problema de cálculos descubierto en Nepal hace un mes.
Luego de pasar por los exámenes médicos probé una sopa dulce con huevos cocidos. Las personas me venían de forma extraña cuando intentaba comer con la mano (como lo hice en los últimos meses) así que decidí utilizar la cuchara y el tenedor. De allí en adelante, este hombre-mono se dedicó a explorar Bangkok. Luego de caminar por horas, y comer unas bananas, me di cuenta que ya no estaban los rickshaw de la India, ahora habían tuc- tuc (moto carros) que eran más costosos que tomar un taxi, de esos que pueden ser de diferentes colores: rosados, rojos, verdes, amarillos, naranjas, etc.
Yo simio, tu ... Sebas?
Mi cabeza estaba un poco sobrecargada por el choque cultural que viví. Una ciudad como Bangkok, donde se puede viajar en cuestión de segundos por el metro, donde los centros comerciales se mezclan con los rascacielos para mostrar el poder de la modernidad, donde los "lady-boys" abundan y donde negociar los precios está mal visto me estaba diciendo ue debía huir.
Era mi tercer día en Tailandia y entré a uno de los edificios más lujosos de la cuidad, pregunté por un restaurante que quedaba en el piso 20 y luego de entrar al hotel 5 estrellas, reconocí a Sebas, mi compañero de viajes meses atrás en la India. Su invitación fue un toque necesario de glamour para este hombre que se había acostumbrado a los platos de un dólar. Sin embargo necesito volver a lo rural, a lo simple, por lo que al día siguiente nos embarcamos en un viaje al norte, donde los hippies emigran para no volver.
El baile del gorila
Ya en Chiang Mai teníamos un cuarto donde descansaríamos de nuestras extensas jornadas de turismo. Sin embargo corrimos con la suerte de conocer a Evelina, una polaca que tenía ganas de fiesta. Este mono que había dejado la fiesta en el "Summer Never Ends" en Suiza, volvió a las tablas, no fue una, ni dos, fueron varios días en los que nos dejamos absorber por la fiesta tailandesa.
Al final tuvimos tiempo para hacer un día de turismo y visitar algunos templos, esos que se caracterizan por techos en fuego, un gran budha en el hall principal, 7 budhas a un costado con diferente figuras para cada día de la semana y la historia de budha plasmadas en las paredes. Y no sólo fueron budhas, hubo tiempo para aprender los secretos de la comida thai, esa que casi siempre es dulce y que puede ser más picante que la India.
Si camina como mono, actúa como mono y huele a mono, entonces es un mono.
Llegando a Pai nos encontramos unos seres como nosotros, hablaban y actuaban como nosotros. Aunque su acento era diferente, sabíamos que eran de la jungla de la que procedíamos. Aquellos monos eran Gondro (argentina), Vania y Luiso (Chile), Vaso y Panos ( griegos adoptados como latinos) y Evelina (nuestra polaca convertida en colombiana). Pasamos del "party-time" al "chilling time".
Pai es de esos lugares a los que se les toma aprecio fácilmente. Son los precios baratos, los lugares que la rodean, la energía que emana el río y sobre todo la gente. Pai son personas preocupadas por pasarla bien sin dañar a otros, sin los excesos que genera la playa sin la frialdad de las montañas, es uno de los refugios de los hippies que se cansan del exceso turismo convencional.
Esto es evolución
No sabía si mi objetividad se perdió cuando fui atrás en la evolución en mi viaje a la India y Nepal, pero sentía que Tailandia era puro turismo, ese que nos agobia y nos saca corriendo de un país.
Así que fuimos a un lugar donde dicen que está la verdadera Tailandia, Mae Hong Son. En este lugar me di cuenta de lo que era el tailandés. De qué comía y que actividades hacia. Me di cuenta de como se apasionan por su religión y cuentan historias de como se originó el budismo.
También vi lo más importante, sus personas. Esas que disfrutan un paseo en moto en busca de un Lago en medio de la nada o buscando una cascada en la que difícilmente tomarán un baño. Tal vez sea la cercanía con Myanmar, pero la gente es diferente, es más gente. El hecho de que los turistas no abunden le da tranquilidad al lugar, los lugareños pueden expresarse libremente sin el temor o la incomodidad por el turista y su cámara.
Yo era un mono que venía de 4 meses de viaje en los que difícilmente conseguía internet. Ahora pensaba que había llegado a un país moderno donde difícilmente vería la calidez de las personas, que equivocado estaba. Como en todo, el viajero también debe evolucionar, salir y buscar eso especial que tienen los lugares. Debe adaptarse a un lugar y apasionarse por lo local, esto si quiere dejar de ser un mono y convertirse en un buen viajero.
A mis amigos latinos, sólo gracias por la buena energía, seguro nos volveremos a ver. A Tailandia, esto apenas comienza, las playas del sur me esperan.
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