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marzo 24, 2014

Bitácora de un viajero #12 (Master in life)


Cada vez que conozco a un local durante mi viaje, su pregunta es la misma: ¿cuál es el propósito de tu viaje?

En las diferentes culturas, los niños empiezan a educarse desde que tienen uso de razón, aprenden las habilidades básicas que en un futuro les permitirá desenvolverse en la sociedad. Luego de esto reciben la educación necesaria para ser competentes, con el apoyo de sus padres o tal vez del gobierno son capaces de especializarse en un campo. Con el paso del tiempo el niño, ya joven, sabe que si quiere sobrevivir en un mundo competitivo debe profundizar más en su campo, no es sólo especializarse, es ser un maestro en su área. Así es como toma la decisión de educarse a un nivel avanzado. Algunos optan por ser maestros en el manejo de números, otros manejarán a la perfección el uso de componentes químicos, otros analizarán el cerebro humano hasta su mínima expresión. Otros como yo, nos cuestionamos sobre como aprender a vivir.

Hoy, mientras celebraba mi noveno mes de viaje desayunando un plato malasiano (arroz y carne), hablaba con Bart, un viajero que como yo, tomó la decisión de aprender a vivir. Al final los intereses son los mismos: estudiar-trabajar-estudiar-trabajar-comprar una casa-trabajar-casarce-eventualmente viajar. Sin embargo en ese proceso, algunos pierden el camino a seguir y deciden hacer un "master in life".

Algunos se confunden, piensan que los viajeros son personas con dinero que decidieron dejarlo todo, decidieron escapar de algo que los agobiaba en la ciudad y finalmente encontraron en el viaje un estado de nirvana que no los deja regresar. Para nosotros, los viajeros, es una fase de la vida en la que se recibe la máxima educación, una fase en la que se aprende a vivir.

Al ser una decisión que se toma de forma autónoma, la probabilidad de absorber el conocimiento de forma adecuada es alta debido a que viajar es una actividad que se hace con pasión. Aunque no hay una planta física los profesores están por doquier, son de diferentes nacionalidades y hablan lenguas que a veces no se entienden. Por lo tanto el viajero no sólo aprenderá de la cultura de los países que visita sino también aprenderá a comunicarse, a veces con palabras, otras con las manos. Debido a que el viajero está en constante movimiento, la batalla contra la monotonía no es un problema, cada nueva sensación le da un aire fresco.

Las desventajas de esta universidad se convierten en el mejor método de educación: perderse en un lugar, tener que comer platos que no se conoce, sentir la necesidad de hablar con un desconocido, tener problemas en la frontera de un país, enfermarse, todas estas situaciones generan stress que una vez es absorbido, enseñará al viajero a actuar bajo presión. El miedo pasa al olvido porque se ha tenido tantas veces que ya no tiene sentido sentirlo. 

Al final está la recompensa. Aprender a vivir es aprender que los grandes logros se obtienen de cosas simples. Las grandes sensaciones vienen de lo inesperado. La soledad nunca está porque alguien siempre quiere conocer al viajero. Donde comen dos, comen tres. Y lo más importante, la sonrisa, ese es el diploma que recibimos los que nos estamos educando para vivir. La sonrisa es ese emblema que mostramos con orgullo, que muestra que somos diferentes al resto. La sonrisa se contagia porque nunca fue más pura. La sonrisa de un viajero es su máximo logro porque refleja lo que es la vida, felicidad.

Gracias a todos esos viajeros que me han acompañado en estos 9 meses de viaje, esos viajeros que sonríen mostrando que aprendieron a vivir. De seguro mucho de ellos ya volvieron a su hogar, y de seguro ellos están contagiando a otros con vida. A los que aún no han realizado su "Master in life", háganlo a suma manera. "La vida es demasiado corta para aprender la fórmula de como multiplicar el dinero pero es lo suficientemente larga para aprender a vivir"

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