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octubre 27, 2013

Bitácora de un viajero #6 ( El día que enloquecí)



Desde qué empecé esta aventura sabía que este día llegaría. Sabía que este día, en el que mis pensamientos dejarían de ser claros para dar paso a la improvisación, llegaría luego de algunos meses de viaje. No tenía esperanza alguna de que Dios se apiadara de mi y me concediera la cordura necesaria para mantenerme con mis 5 sentidos. Nunca tuve esa esperanza porque en parte sabía que un poco de locura sería buena para mi vida.


Tal es fue el cansancio de algunos días de caminata. Tal vez fue el exceso de arroz y pasta que comí en mi camino. Tal vez fue la falta de oxígeno o el exceso de frío. Tal vez fue mi deseo que dejar de ser yo, el que alguna es llamé Trader sin Fronteras. 

Allí estaba, contemplando los picos que componen el Valle del Annapurna, en Nepal. Saber que estaban a mas de 3000 metros de distancia me hacia sentir pequeño, me hacia sentir que el esfuerzo no había sido suficiente. Así que mientras la ola de turistas regresaba a la ciudad, yo avanzaba por la colina,que congelada, escondía algo. Al principio bailé al son de la música del pacífico colombiano, luego canté melodías que inventaba en el camino y cuando me sentía cansado, paraba a dibujar tonterías en la nieve. Continúe cuesta arriba, al final ya gateaba mientras pensaba en lo que me encontraría al otro lado, más hielo debería ser. Y finalmente, cuando llegué a la punta, la locura me absorbió: mi ser me había dejado y en su lugar dejó un monólogo que hablaba sobre la vida, mi cuerpo quedó inmóvil dado que un paso más sería el fin de mi existencia.

Mientras mi cuerpo permanecía inmóvil, mi monólogo dejaba ver el deseo incontrolable de vivir, de disfrutar cada segundo como si fuera el último, de dar las gracias a todos lo que alguna vez me ayudaron. Cuando mi monólogo finalizó, mi cuerpo reaccionó ante una avalancha que se daba a unos 50 metros del lugar donde yacía. En ese momento la locura se escondió y mi cordura volvió, tomó el poder de mi cuerpo y lo puso a salvo. 

A medida que descendía, pensaba en los lugares que había estado y aquellos que visitaría, estaba feliz por cumplir lo que me había propuesto. Pero una idea, algo muy pequeño surgió en mi cabeza. La idea tenía nombre y apellido, y también nacionalidad, color y  sabor. La idea salió de mi cabeza escoltada por mi locura. Esa idea podría cambiar todo mi plan. Cuando me di cuenta de que esa idea me haría perder la cabeza, fue cuando realmente me di cuenta que enloquecí.

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