diciembre 21, 2013

Bitácora de un viajero #9 (un mar de sensaciones)


Para algunos el mar es sinónimo de vacaciones, para otros del fin de sus días de trabajo. Algunos lo relacionan con un periodo de diversión y fiesta desenfrenada, otros creen que es el lugar perfecto para relajarse y recargar energías. Para mi, es una máquina del tiempo.

En lugares como este siento el olor del mar y lo primero que percibo es esa sal que viaja a través de los océanos de todo el mundo, ¿Cuantas veces creen que han tragado la misma sal mientras nadaban? Cuando era niño tuve la suerte de crecer en un paraíso en la tierra, uno que estaba a no más de 35 minutos de las playas de la costa del Mar Caribe. Es gracioso como la palabra "Caribe" causa tanto furor entre los viajeros, que en su su mayoría vienen de Europa y Norteamérica, lugares donde a veces es difícil ver una palmera, cada vez me doy cuenta de lo afortunado que soy.

Luego viene la arena. Así cómo en la India aprendí lo gustoso que puede ser comer con la mano, acá recordé lo sensorial que es caminar en la arena, arena blanca y fina como la harina. Recuerdo que pasaba jornadas haciendo grandes fuertes que rodeaban un castillo hecho con "vasitos de helado", un castillo que siempre era derrumbado por la tercera ola, las dos primeras nunca podían con la arquitectura de un niño de 7 años. Me pregunto si mi sobrino, él, que tiene esa edad de hacer castillos de arena, siente lo mismo que sentía yo, creo que si , al fin y al cabo compartimos la misma hambre por conocer lo nuevo o mejor, por imaginarlo.

Pero, ¿que sería este paraíso sin el viento? Me encantaría ser un físico para apreciar el viento como un fenómeno natural (vean  http://es.wikipedia.org/wiki/Viento). Es increíble como algo se forma por fenómenos tan complicados para crear otros que parecen más simples: el oleaje en la orilla, las olas que golpean los rompeolas y generan ese color blanco del mar, el constante movimiento de las palmeras o el sonido del viento, ese que nos invita a cerrar los ojos.

Alguna vez escuché a alguien hablar sobre los sonidos del viento, sobre como esa brisa que viaja entre nosotros puede tener voz propia, puede traer mensajes desde el otro lado del mundo y al igual puede ayudarnos a enviar alguno a alguien que añoramos o simplemente extrañamos. Pues hoy, cuando recuerdo mi niñez y lo afortunado que fui al vivirla cerca de un paraíso, con todo lo que este tenía, aprovecho para enviarle un saludo al viento, un saludo que viaje por los diferentes usos horarios y les diga a aquellos que quiero que "estoy bien, tal vez como nunca, porque no sólo conozco lugares y gente, sino porque aprendo cada día un poco más sobre el significado de la vida. Agradezco cada día por la sabiduría que veo en los demás y que de forma gentil comparten conmigo, agradezco por la vida que he tenido y lo único que pido es un poco de esa sabiduría para algún día guiar a otros a ser mejores"

Feliz Navidad (ho ho ho)

diciembre 10, 2013

Nepal: Una pelea contra Kathmandu



Aunque hace mucho tiempo me había quitado los guantes para pelear con el mundo, Kathmandu estaba dispuesta a enfrentarse conmigo. En principio lo asumí como un capricho, de esos que tienen las grandes capitales y con los cuales demuestran su poderío. Pero asi como pasaban los días, me daba cuenta de que tendría que descubrir ese algo que me facinara de la ciudad o sino mi estadía sería fatal.

Round 1: Un golpe bajo, literlamente, muy bajo

El dolor había empezado días antes. Pensaba que había sido por el esfuerzo realizado para subir al Annapurna. Pero no fue así. Mis primeros días en Kathmandu los pasé en cama, lo que nunca me imaginé había pasado, una dolencia que me obligaría a tomar litros y litros de agua y medicamentos. Las radiografías mostraban cálculos en la parte baja del abdomen. 


Cuando salía a la calle me daba cuenta de lo equivocado que estaban los viajeros que me decían que Kathmandu era caótica como una ciudad India, era mucho peor. El smog se sentía en cada bocanada de aire mientras que la cantidad de polvo que se levantaban en las calles de la ciudad no dejaba ver lo que tenía al frente, imaginaba que no me perdía de nada.


La comida era simple y a excepción de los gloriosos momos, el resto simplemente era arroz, nada como esa comida India que descubrí semanas atrás. Lo único que quedaba de la India era el físico de algunos nepalis que compartían esos rasgos con el país vecino. El tiempo pasaba y yo ya mejoraba por lo que me ponía en pie para descubrir más de una de las capitales más pobres del mundo.

Round 2: Turista = USD, EUR, GBP

Ya estaba como un roble. Dispuesto a hacer una de las cosas que más amo en la vida: hablar con desconocidos y pedirles rebaja en todo lo que estos venden (otros más sofisticados le llaman trading). A medida que miraba productos y servicios me daba cuenta de como se había creado una burbuja de precios para los turistas, una burbuja que estaba soportada por los paisajes hermosos del país pero que sólo beneficiaba a unos pocos.


En la zona turística de Tamel encontraba que los precios eran inflados hasta 5 veces más que el precio común y todos los turistas lo pagaban, solo porque en su moneda local todo era barato ( cualquier economista sabe que esto es un ejemplo de como se puede exportar la inflación de un país rico a uno pobre y el daño que esta situación causa). Estaba indignado, sobre todo, porque ninguno de los comerciantes declinaba en la negociación, yo siempre perdía.


Estaba cansado de ver nepalis oportunistas, acaudalados que le pagaban una miseria al proletariado. Y cuando pensé en el proletariado, en esa clase trabajadora me di cuenta del error que estaba cometiendo: hablaba a los empleados como dueños de negocios cuando ellos no podían hacer nada. Así que me fui en la cacería de esos opulentos que se sentaban en sus tiendas a recibir toneladas de dinero de los turistas y una vez llegué allí, me mostré como lo que realmente soy, un latino que tiene una moneda débil y que busca un precio justo, quise ser más nepali. En ese momento la inelasticidad de los precios se rompió y empecé a ver la luz en medio del mar de yankees que, como borregos, pagaban grandes sumas de dinero, vehhh.

Round 3: la otra cara de Kathmandu

Pues sí señores, estaba bien de salud física y mental. Así que empecé a visitar templos, sabía que eran famosos y tengo que decir que si que lo eran. Había centenares de personas en todos ellos, personas comunes y corrientes que comían en la calle, tomaban bus y se inclinaban ante una divinidad.



El contraste que hay entre los templos budistas e hindúes hace especial la ciudad. Al igual que en la India, existe un respeto por las diferentes religiones que se siguen. Los budistas dan vueltas a las estupas y otros oran para mantener el equilibrio. Los hindúes hacen ofrendas a sus diferentes dioses y celebran fiestas por cada uno de ellos.


Al caminar por una de las calles se despetó el jugador que hay en mi. No pude resistirme a jugar "dados nepalis" con el resto de gente. Sentía la emoción del jugador nepali, esa que no se mezcla con la euforia y por lo tanto no hace que estos pierdan la cabeza. Al final aprendí su juego y me lleve 600 NRPs. Un día encontré bandas de rock en todas las calles, tal vez no les dije pero a los nepalis les encanta la música como a ninguno, son rockeros de nacimiento y sus compocisiones son únicas, me quedé a escuchar una de las bandas mientras me ofrecían te y galletas.

Round 4: La experiencia budista 


A esta altura de la "pelea" ya comprendía a Kathmandu. Ya me había alejado del excesivo turismo que  contaminaba la atmósfera y tenía un contacto más cercano con la religión, tan así que fui en compañía de aquella turista, la de Lumbini, la que fui a buscar a Kathmandu, la que le estaba empezando a poner un color especial a boudanath, el lugar donde se ubica la escupa más grande del mundo.


En el día tuvimos la oportunidad de presenciar una oración de más de 1000 monks, la energía que emanan es tranquila y limpia. Luego vimos que habían unas 10 ollas gigantes a un costado repletas de comida, mi espíritu latino se despertó ante lo que podría ser una nueva comida gratis. Esperamos un rato al lado de las ollas, haciendo cara de mendigos (a esta altura, después de 4 meses de viaje yo ya lo parecía), pero no funcionaba. Al final pensamos en pagar pero un monk nos indicó el lugar donde darían la comida a los 1000 monks. En total fue un banquete de unos 7 tipos de comida donde los 1000 monks y dos viajeros disfrutaron de la mejor comida tibetana que alguien haya comido en su vida (no estoy exagerando).

En la noche las luces navideñas que rodeaban la estupa, el fervor de las plegarias de los fieles, y el frío que los turistas vivíamos, generaba un cuadro sin igual. Dan ganas de quedarse a vivir en ese lugar. 

Round 5: una invitación especial

Tuve la suerte de ser invitado a la celebración del Thijar, aquella fiesta en la que los hermanos se horan el uno al otro mediante la entrega de pequeños regalos y la ceremonia de la "tika", es la marca en la frente que simboliza el respeto hacia la religión hindú.


Además de dicha ceremonia, me alimentaron como no pasaba en un mucho tiempo. Probé la verdadera comida nepali y esos dulces que me negaba. Probar por miedo a morir de un coma diabético. Además me enseñaron a jugarel. Juego insignia de Nepal, el "Marriage" un juego que puede durar días y en el que se puede perder hasta la camisa. La experiencia no pudo ser mejor: comida, diversión, y una ceremonia en la que entendí la importacia de tener un hermano al lado. Creo que hay muchas cosas por mejorar.

Round 6: de vuelta al colegio en Kirtipur


Al ver la cara de aquellos niño nepalis, me di cuenta de lo grande que es la vida. Me di cuenta de lo que tuve cuando pequeño y de lo que estos niños no tenían. Me di cuenta de la ilusión que todos los niños tienen por ser grandes y de como esa ilusión se acaba porque no todos tienen oportunidades. Me di cuenta de lo fácil que es generar valor cuando se le dedican unas horas al trabajo social.



Ellos a cambio, nos dieron sonrisas y la mejor de las muestras culturales vistas en todo Nepal. Bailaron con la pasión del indio, la alegría del nepali y la dulzura que les da la niñez. Nos tomaron fotos desenfocadas que ganarían premios si alguien los tuviera en cuenta, si alguien tuviera en cuenta a uno de los países más pobres del mundo.


Al final esto fue los único que les pude dar: un collage con las fotos que tomé de ellos. Aunque no estuve en el momento de la entrega, me dicen que la alegría de verse fotografiados fue incalculable. Cuando me contaron de aquello, mi alegría fue incalculable.

Round 7: tercer strike, fuera

Mas de dos semanas habían pasado. Conocía las costumbres del nepali, me llenaba con su alegría y me divertía con la ambición de los que se aprovechaban de la ingenuidad de los turistas. La pelea la había ganado Kathmandu dado que esta me enseñó que no hay que quedarse con la primera impresión (algo que Delhi me trató de enseñar en su momento). 

 
La despedida esta vez no era fácil porque dejaba a una persona que tenía la habilidad de ser incomparable. Alguien que por alguna razón (no se cuál) hizo que me quedara casi 3 semanas en la ciudad en la que nunca esperé gastar más de 5 días. Pero bueno tal vez en una de esas vueltas que da el mundo nos reencontraríamos.


En medio del paro (strike) más largo en mucho tiempo por las elecciones que se veían venir (noticia que al parecer no generó tanto ruido en el mundo), tomé un bus nocturno que me llevó a la frontera en el doble del tiempo habitual. Luego de sellar mi pasaporte y sentirme de nuevo en casa caminé en busca del bus que me llevaría a Gorakphur (India). Al revisar mis rupias indias en la billetera, vi un papel que no había notado, un papel que sólo podría haber sido colocado allí por una única persona. Este decía "te quiero conocer más", en ese momento sabía que algo grande iba a pasar...

noviembre 21, 2013

Nepal: A la conquista de los Himalayas


Ya había recorrido unos 20.000 km desde que salí de casa y en el camino había conocido muchas personas de diferentes nacionalidades. Al hablar con ellas les contaba sobre el clima tropical de mis países, la no existencia de estaciones y de lo bien que era vivir con no menos de 15 grados de temperatura. Muchos de ellos se quejaban del invierno, un invierno que yo nunca había tenido y que nunca me había dejado tocar la nieve. Era momento de cambiar esto.

Día 1 - Pokhara (820 mts)

Luego de pelear una silla al lado del conductor y 8 nepalis más, llegué a la ciudad de Pohara, famosa por ser el punto de partida a explorar el circuito del Annapurna, circuito que pasa por los campamentos bases de las montañas del Himalaya ( las famosas montañas de más de 8000 metros de altura).

Luego de conocer a Rafa, un andaluz que crucé en la terminal, me encontré con la turista que conocí en Lumbini un par de días antes, aquella que me hizo cambiar mis planes en Nepal. Discutimos sobre que treeking hacer y decidimos que haríamos el "Poon Hill", una montañita de 3200 metros de altura que se puede hacer en 3 días. La verdad mi plan inicial de hacer el Everest en 12 días me parecía muy retador y hacia que este nuevo plan fuera insignificante. Pero bueno, tal vez lo de tocar la nieve tendría que esperar.

Día 2 - Ulleri (2020 mts)

La resaca de la fiesta de la noche anterior apenas dejaba hablar el nepali necesario para llegar a la oficina donde obtendríamos los permisos. Luego de un rato teníamos nuestros permisos y a dos catalanes, Ale y Jordi, quienes completarían el equipo que iría a la conquista del "Poon Hill", el mirador de 3000 metros desde donde se ve la cadena de Himalayas. Si, mis planes cambiaron y decidí ir a un mirador, nada exigente, pensaba.

Luego de tomar un bus que nos llevó a la entrada de los caminos que conducen a las montañas y 4 horas de caminata llegamos a Ullerii, donde nos alojamos por 100 NRPS (1 USD). Luego de ver el ridículo precio que pagábamos fuimos a comer, en este caso el precio no fue ridículo, de hecho me puso a pensar si podría acabar el treeking dado que llevaba muy poco dinero porque escuché que los precios eran mucho menores.

Día 3 - Ghorepani (2855 mts)

Al tercer día nos exigimos e hicimos dos caminatas de 4 horas con un espacio para almorzar Dal Bath, el plato típico de Nepal. El arroz en nuestros dedos combinado con los vegetales sabía muy bien luego de la exigente jornada. 


El camino se caracterizaba por unas subidas de escalones que parecían eternas. Sin embargo los valles que encontramos y los riachuelos que bordeaban nuestro camino hacia que la caminata fuera más amable. Al llegar al hospedaje un chorro de agua fría nos anunciaba que nos aproximábamos a los Himalayas.

Día 4 - Poon Hill (3180 mts)


Eran las 5 am cuando empezamos el ascenso de una hora al Poon Hill, ese mirador del que tan mal había hablado. En el camino las banderas tibetanas me anunciaban que me aproximaba a un lugar especial. A mi derecha los Himalayas se despertaban con sus grandes sombreros blancos , a mi izquierda había un mar de nubes que sólo dejaba ver los picos de las montañas. Con cada paso salía un rayo de luz que le daba un color diferente a cada elemento del paisaje.

Y finalmente, habíamos llegado a esa "pequeña duna" de la que no esperaba nada pero me lo dio todo. La visión de la cadena de Annapurnas (6000 - 8000 mts) es hermosa. 


Estábamos realmente felices, como niños que iban a un parque, tomamos fotos, hablamos, saltamos y otros como yo, pensamos. Pensé en lo feliz que me sentía por tomar la decisión de ir a esa pequeña montaña, en tomar esa decisión de no ir al campo base del Everest e ir con este grupo de españoles a l Poon Hill. Porque definitivamente los lugares los hacen las personas y yo no podía estar mejor rodeado.

Día 5 - Chhomrong (1950 mts)- Dovan (2550 mts)


La caminata de la mañana fue increíble. Los colores de los pastos nunca fueron más vivos y los nepalis nunca fueron más amables. Tal vez era esa energía del día anterior la que nos hacía sentir tan bien, ese lugar era realmente mágico. Y ella, ella lo hacia más especial. Aunque no les hablé de aquella turista tienen que saber que siempre estuvo allí, sorprendiendome con cada palabra y cegandome con cada mirada. Eso reafirmaba lo fortuito que fue mi cambio de plan.


Y como eso de cambiar planes me había resultado tan bien, al medio día, en Chhomrong, decidí separarme del grupo para seguir sólo al ABC, no podía quedarme con una visión lejana de las montañas, tenía que tocarlas. Un hasta luego y una última mirada me enviaron a una caminata de 5 horas que puso a prueba mi físico, ese que en los últimos meses se había entrenado para viajar por el mundo. 


Al llegar a Dovan, hablé con un grupo de 23 venezolanos sobre mi experiencia. Me parece increíble como algunos me ven como un héroe, como alguien que no tiene pudor, alguien que no tiene miedo y al parecer alguien que perdió la cabeza. Antes de ir a dormir con los guías nepalis en el restaurante, les dije a los 23 venezolanos que nunca había tenido la cabeza mejor puesta, que los que estaban locos eran ellos.

Día 6 - Annapurna Base Camp (4130 mts)

El plan era sencillo: dos jornadas de caminata de 4 y 3 horas y estaría en el ABC.


El camino era espectacular, un valle de montañas de 6000 metros que en el fondo mostraba la "cola de pescado" esa figura que el Machhapuchrre y los Annapurnas formaban para servir de brújula a los que caminábamos en solitario. 

La comida no era mucha porque aunque mi grupo me había prestado dinero antes de separarnos yo sabía que no lo iba a utilizar, era uno de esos "mini retos" que creamos en la vida, esos que nos suben un poco el ego, esos que son necesarios.


A eso de las 2 de la tarde estaba sólo a dos horas de camino y realmente estaba cansado. Tal vez la altura y el esfuerzo de los últimos 3 días me estaban diciendo que debía parar un poco. Como muchas veces no hice caso y a eso de las 4:30 PM estaba en el lugar más hermoso que nunca hubiera visto: el campamento base de una de las 10 montañas más altas del mundo. No sabía que pensar, el frío se metió en mis venas y me estaba recordando que era un latino, un animal caribeño que no podía ir sin el equipo apropiado (la verdad es que no lleve mucha ropa para este clima).

Luego de ver las estrellas y celebrar con "puro y ron" que un cubano me ofreció, caí muerto.

Día 7 - Sinuwa (2340 mts)


Al día siguiente experimenté el frío más intenso nunca vivido. Eran las 5 am y empezaba a recorrer el valle del Annapurna, un valle que me mostraba con una claridad perfecta sus picos en medio de la oscuridad. El amanecer tomaba la luz del sol y poco a poco pintaba los picos de las montañas de amarillo, nunca vi algo así.

En el resto del lugar habían banderas tibetanas que acodornaban monumentos a los caídos durante las expediciones a las montañas, esas que apenas empiezan en el lugar donde estaba. 


Eran las 8 am y la gente empezaba a bajar, el lugar se desocupaba y yo ya tenía menos frío. En ese momento vi una colina de unos 100 metros de altura y decidí visitarla. Bailaba en medio de la nieve y cantaba a ese sonido del silencio que rara vez se veía interrumpido por el del viento. Empecé a tomar mil fotos y a sentirme más vivo que siempre, sentía que así como en los últimos 3 años, tenía el mundo en mis manos (esta vez era real). 


Al llegar a la cumbre simplemente me congelé: estaba al borde de un glaciar, un paso más sería el último de ese latino que se arriesgó a irse viajar en el tiempo al otro lado del mundo. Me quede una media hora, sentado en ese fino borde hasta que algo  asombroso pasó: a 50 metros hubo una avalancha que me recordó lo pequeño que era.

Bajé lo más rápido que pude hasta encontrarme con Johan, mi amigo cubano que cumplía años ese día y al quien le regalé "7 años en el Tíbet". La celebración fue una cena nepali con la cerveza más fría del mundo: Everest 

Día 8 - Pokhara (820 mts)


Luego de una jornada de 5 y 3 horas ya estaba en el carro que me llevaría a Pokhara. Una vez más pensaba en lo afortuna que era, me encantaría que la gente que conozco hiciera lo mismo que yo porque se que muchos conocerían la felicidad, yo ya la conocía antes de viajar.

Llegué al hostal donde me quedaría unos días para disfrutar del pueblo y mi sorpresa fue alucinante cuando vi que estaban esos españoles que dejé 3 días atrás, esos que deberían estar en Kathmandu. Sin embargo faltaba una, la más importante, aquella a la que le quería preguntar sobre el estado del tiempo en Ciudad de México, aquella a la que le preguntaría sobre su opinión de los autos que vuelan o sobre el olor un pez debajo del agua. Me contaron que ella, estaba en Kathmandu y que la visitarían al día siguiente, así que fui a comprar un pasaje y como había sido costumbre en los últimos días, cambie mi plan, iría con ellos al día siguiente.