enero 24, 2014

India: De vuelta a casa



Es increíble como me sentía de bien desde que puse el primer pie. Desde que vi la primera vaca comiendo basura y al Sadu que no paraba de mirarme. En el bus hacia Gorakphur hablé con una maestra de escuela que me invitó a su casa, le dije que tendría que ser en una próxima vez porque ahora iba a comprar mi ticket a Calcuta.

El tren de las 30 horas

Después de 2 meses y medio de viaje en la India me jactaba de lo bien que me había ido con los trenes. Nunca experemienté lo que era un retraso hasta que tomé el tren a Calcuta. Este lllegó dos horas tarde a la plataforma y luego se demoró otras dos más en partir. A mi ni me importaba, estaría una semana en el país que un mes atrás me había dicho hasta luego.


Los niños de la estación de tren estaban felices por las fotos que les tomaba mientras que yo no paraba de acercarme y hablarles con señas. De momento, un indio se me acerca y me dice que no puedo tomar fotos a lo que le respondí - ¿quién es usted? Si un policía viene y me lo prohibe lo haré- No tenía sentido que la envidia de unos impidiera la felicidad de otros. Seguí disparando felicidad con mi lente.


Una vez en el tren, me recosté para sentir el aire en mi cara hasta que sentí algo más: el indio del lado estaba enfermo y vomitó. Indignado, paré y lo empecé a tratar mal hasta que algo dentro del mi me dijo que no era el deber ser, tomé unas hojas de una revista y luego de limpiarme lo ayudé a asearse. En seguida apareció el "Titi" (el controlador de tickets) y me dijo que no era mi puesto que deberia ir a otro lugar. En la siguiente parada me di cuenta que me habían dado un "upgrade" a la categoría AC3. Nunca estuve allí porque mi presupuesto no me lo permitía; era limpio, sin gente que invadiera mi puesto, con aire acondicionado, cortinas, cobijas y almohada, un paraíso luego de 4 meses en Asia.

Al final el tren se demoró 30 horas en llegar a Calcuta, 12 más de las que pensaba inicialmente. Sin embargo no me importó, tomé un taxi y de camino a la zona de mochileros, las calles rodeadas de autos viejos me hacia sentir en Cuba, también en mi ciudad natal, Caracas.

¿Quién dijo que los indios quieren tu dinero?

No me canso de decirlo "No hay que generalizar, los indios son personas increíbles que ante todo son negociantes por naturaleza por lo que son hábiles para vender cosas a los turistas tontos que pagan lo que ellos les piden. El indio también es curioso, le encanta preguntar y conocer de otras culturas, ese es el tipo de indio que más encontré en Calcuta"


Los primeros que encontré en el camino, cuando tomaba algunas fotos de un atardecer en el río fue Abi y su primo Surajit. Me preguntaron por mi plan y como muchas veces, les dije que no tenía ninguno que quería explorar la ciudad a lo que ellos me respondieron - Ok, hoy seremos tus guías-. 


Fuimos a visitar el monumento de agua con sus luces nocturnas, el imponente "Victoria Palace" y luego de invitarme a comer un helado me llevaron al festival de cine de Calcuta. Compartir unas horas con ellos fue suficiente para conocer al indio que no niega su historia pero que acepta la mordenizacion con gusto, un indio que esta cansado de la monotonía del trabajo y decide cambiar su estilo de vida, un indio que sabe que la vida es muy corta para desaprovecharla en tonterías. Abi fue administrador de portafolios de un reconocido banco en Mumbai por más de 10 años y hace un año que dejo su trabajo para ser fotógrafo.

Al día siguiente fui a un parque tan verde como los que encontré en los jardines de Versalles, cuando mi viaje empezaba. Tomé una siesta como las decenas de indios que allí estaban y luego de despertar decidí que eran tiempo de conocer un poco más de la ciudad. 



En medio de mi camino conocí a Vidyasagar y Patrik. Que me invitaron otra vez a conocer el "Victoria Palace" (otra vez) haciéndome pasar por indio para que no pagará las 150 rupias que me pedían por ser extranjero. Luego de contarme la historia de aquel lugar me preguntaron por mis planes y al saber que yo no tenía nada planeado me dijeron -Ok , hoy seremos tus guías-. Fuimos al famoso gath de Calcuta a orar y luego de esto nos dirigiríamos al puente de hierro. Además de invitarme bocadillos indios y los pasajes del bus me regalaron una pulsera de metal, el símbolo de "no robar" de los Sids. 


Ya en el puente no dejábamos de tomar fotos porque una estructura como esa no se ve a menudo en una ciudad India, incluso algunos ángulos parecían a la torre Eiffel. Ellos me contaban de su vida en el sur de la India y de los problemas de distribución de riqueza que tiene su país. Nunca vi a alguien hablar con tanta tristeza de como el sufrimiento de unos era el jubilo de otros. Fuimos a un restaurante de comida India del sur a comer thali, ese mismo que comí cuando empezaba mi viaje en solitario, ahora estaba acompañado de personas increíbles, personas inteligentes que preguntaban cada dos segundos sobre mi país, personas que no estaban interesadas en mi dinero.

Esta vez no hablaré sobre la ciudad, sobre su arquitectura ni su comida. No lo haré porque necesitaría muchas páginas, tal vez capítulos para hacerlo. Sólo les diré que fue la despedida perfecta de la India, un país que me tenía guardada la mejor ciudad de todas como último destino. 



Gracias a la India y a los 1.2 crores de personas que son curiosas por naturaleza, personas que con sus miradas penetrantes llegan al alma de las personas para hacerles saber que son las personas más  puras del mundo. 

Namaste India... Sawadee cap Tailandia!