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julio 28, 2014

Vietnam: El norte


Luego de tomar un minibus con otros 20 vietnamitas (uno sobre otro), estabamos en la frontera entre Laos y Vietnam, al frente de un guardia que nos pedía un dólar por cada sello que debía poner en nuestros pasaportes. Luego de negarme a la estafa, simplemente me hicieron a un lado, no pasaría al país que hace más de 40 años había sido devastado por una guerra estúpida, talvez como todas las guerras. Algunos dicen que los rezagos de la guerra continúan hoy en día en sus mentes, hoy pienso que sólo son excusas para ensuciar el nombre de un país que me daría una grata sorpresa. Al final pagué el dólar.


El tour 

Cuando se viaja con 12 kilos de equipaje en la espalda la vida cambia. Esos 12 kilos representan una vida que es transportada de un lado a otro, representa un estilo de vida en el que cada gramo que se quiera sumar representará una incomodidad o un gasto innecesario. La simpleza toma forma y se vuelve una constante en camino, sin embargo a veces hay que romper paradigmas.



Luego de viajar 8 horas desde Vinh, en el centro de Vietnam, llegamos a Ha Long Bay, una de las maravillas naturales del mundo. Sabía que era uno de esos lugares que difícilmente alguien puede visitar por lo que debería maximizar la experiencia, decidí contratar un tour para Nùria (aquella turista que conocí meses atrás en un pueblo de Nepal) y yo. El precio me parecía exhorbitante pero no importaba, debería ser normal en la Vietnam del norte. 

El tour sería una noche en bote que viajaría por la bahía de Ha long atravesando algunas de las 3000 islas que allí se encuentran, oportunidad de hacer kayak, una noche en un hotel 4 estrellas en una isla con traslados a playas y toda la comida incluida.


Lo que fue:  Confusión porque no tenían lugar para nosotros en el bote, un hotel donde la guerra pudo haberse originado años atrás y dos peleas con "Michael" un guía que primero me retuvo en un bus y luego nos obligó a salir de otro en medio de una carretera. La solución fue una de las más difíciles que haya ejecutado en mi vida: durante horas tuve que guardar silencio dado que cada vez que hablaba el guia amenazaba con dejarnos en medio de la carretera, ese día no solo sentí que no estaba en mi país también me di cuenta que el ego que alguna vez tuve, había desaparecido.


Los otros turistas hicieron de nuestro viaje a Hanoi algo agradable, me regalaron un libro de Vietnam y una española nos invitó a bailar tango en un bar llamado "la bomba latina". El recuerdo de un lugar bonito con vietnamitas estafadores fue lo más grande que me llevé de esos 4 días. Al parecer la vietnam del norte ganaba una vez más.

El TET


Luego de liberar el stress en un hotel de lujo (para nosotros lujo es lo que para un turista es una habitación aceptable), cambiamos a un hotel más cercano a la realidad de nuestro presupuesto donde pasamos casi una semana para disfrutar de una Hanoi que no sólo mostraba las particularidades de la ciudad sino que estaba invadido por el espíritu del TET (año nuevo vietnamita). La ciudad y las miles de motos que allí hay eran parte de su estilo de vida, en ellas cargaban árboles de mandarina y flores (típicos para llamar la suerte del año que llega), iban de compras en los stand de sobres y amuletos (los sobres son llenados de dinero y regalados a 6 personas).



En medio de la alegría de las personas empezamos a notar que el comunismo nos rodeaba. Aunque era poco lo que sabiamos del estilo de vida de las personas, veiamos los rezagos del pasado en monumentos a los caídos, partes de la guerra que se podían ver por las calles y museos como el de la antigua prisión de Hoa Lo donde sentiamos ese orgullo por la victoria de la guerra que tienen los vietnamitas.



Lo anterior lo afianzamos más cuando visitamos el monumento de Ho Chi Min, el gran lider de Vietnam. Es un lugar donde la inmensidad del Mansoleo anuncia que algo grande habita allí. A medida que se entra se empieza a sentir el miedo de la época en la que "El tio Ho" vivía. Finalmente se llega a un cuarto donde esta el cadaver embalsamado escoltado por la guardia vietnamita, es un momento en el que los sentimientos afloran y no importa si lo que está alli es una mentira o realidad, igual se viaja 40 años en el tiempo.

Ha Long Bay en tierra


Necesitaría más de un parrafo para explicarles nuestra salida de Hanoi por lo que solo les digo que contamos con la suerte de conocer un vietnamita que nos llevó a la parada de buses que nos llevaría a Ninh Binh. Al bajar del bus hicimos nuestra rutina "post-arrival": Caminamos hacia donde habian más luces, preguntamos con las manos la ubicación de la zona de los hoteles, seguimos a un desconocido que nos ofreció un lugar, pedimos un mejor precio en el hotel y finalmente rentamos una moto para la aventura de los próximos días.



Los viajeros que alguna vez han pasado por Vietnam saben que este país realmente prueba nuestras habilidades al volante. Por suerte Ninh Binh era un lugar pequeño que servía de base para explorar sus alrededores. A medida que paseabamos en busca de la Pagoda Bich Dong quedabamos deslumbrados por los paisajes que encontrabamos, era como si "Ha Long Bay" tuviera un hermano gemelo en tierra. A diferencia de Ha Long, aquí no habían turistas extranjeros, solo vietnamitas. Estos nos recibian con agrado y nos tomaban fotos como si fueramos seres especiales, talvez nuestras ropas viejas y nuestra sonrisa eterna les llamaba la atención.



Luego de escalar la montaña de Bich Dong, visitamos Tam Coc. No solo nos impresionaron las enormes rocas en medio de los cultivos de arroz también nos dejamos cautivar por las salchicas que vendian en la calle y de la habilidad de conducción de los lancheros, que remaban con los pies. El balance del día había sido muy positivo, no creimos los lugares que estabamos visitando por un precio ridiculo.



Al día siguiente queriamos visitar el templo budista más grande de Vietnam, Bai Dinh, un lugar famoso por la gran cantidad de peregrimos que allí van. Nunca ví tantas motos ni tantos vietnamitas concentrados en un lugar. Por un par de dólares, uno de los cientos de "vigilantes" improvisados vigiló nuestra moto. Desde ese momento empezamos nuestro peregrinaje.


El complejo representaba el clásico templo budista vietnamita con un Buda sonriente en lo alto, una torre de màs de 20 metros de alto y tres templos donde descansaban las figuras religiosas. La gente estaba euforica por su paseo de domingo y no dejaban de caminar de lado a lado haciendo "selfies" con la inretatable estructura.


Aunque la Vietnam del norte nos había recibido con un temperamento fuerte y experiencias desagradables, en el fondo nos recordaba que el viajero debe buscar la aventura saliendose de la ruta del turista. En el momento en el que buscamos contacto con la gente y les ofrecimos una amistad antes de pedirles una foto, encontramos amigos.


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