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agosto 22, 2013

Italia: Dos mundos un gelatto I


Ahora si empezaron las vacaciones. Cuando el sueño era un sueño y la realidad parecía que nunca llegaría, pensé en viajar por Italia. La idea de hablar como un mimo, comer la mejor pizza del mundo (con adición de helado), sentirme como un gladiador mientras mis pies se mojaban en una ciudad sin carros o mejor, con botes, era para mi un sueño. Meses despues allí estaba, tomando un bus hacia la plaza Roma en Venecia.

El olor del mar de julio me dio la bienvenida con un "ciao" que parecía un adiós. El inglés ya no era necesario, ni ellos querían hablarlo ni yo escucharlo porque para mi era suficiente mi "itañol" mientras que para ellos era suficiente responder en italiano a un español que rara vez entienden (aunque no lo aceptan).


Una ciudad rodeada por agua



La ciudad de la góndolas me dio la oportunidad de disfrutar de ella sin los miles de turistas que llegan diariamente. El que me dijo que Venecia era imposible de transitar estaba muy equivocado, sólo basta con ir en contra de los turistas (que buscan una buena foto en alguno de los canales) para encontrarse con universidades, plazas, puentes y algunas tiendas alejadas de las aglomeraciones.


Pero antes de ser viajero fui un niño, y como buen niño tenía que comer un helado (en mi caso cada domingo). Luego de tomar un bote a la isla de Murano, y ver el arte de "moldear vidrio" llegué a la primera heladería. - ¡Helado no, Gelatto!- me dijo aquel italiano que se quedó mirando fijamente mientras yo devoraba aquel invento del diablo. Con dos días en el país de la bota, ya sentía que había válido la pena llegar hasta allá.


Además de conocer la ciudad, ver la tradicional góndola, entrar a las iglesias y comer un Tiramisu en un restaurante chino, tuve la oportunidad de conocer a una veneciana de pura casta. Samantha me mostró esos detalles de la ciudad que se esconden de los ojos del turista. Con un tour de tapas italianas y algunos cócteles pasamos la noche hablando de la forma de ser del italiano del norte. No sabía que en Italia existían dos mundos, el norte y el sur, por lo que tendría que explorarlo para conocer sus diferencias.

Tres, dos, uno, feliz cumpleaños



Fue la primera vez que pasé un cumpleaños en un bus. Volvía de Venecia cuando miré el reloj y me di cuenta que ya tenía 29 años. En ese momento recibí el mejor de los regalos: la satisfacción de cumplir el sueño de empezar un viaje de largo plazo antes de mi aniversario 29. Era algo que había pensado hace mucho tiempo y que un par de veces dude que podría pasar.

Al otro día tomé un tren a Milano, quería pasar mi cumpleaños con una vieja amiga. 


Francesca me recibió en la estación de trenes con Joerg, su novio. La última vez que la vi había sido en Colombia, unos meses atrás, cuando ella acababa su aventura de 2 años por Suramérica. Ahora ella me mostraba los rincones de la ciudad de la moda. Y es que cuando llegamos al restaurante donde tomamos uno de los típicos "happy hour" milaneses, habían modelos con peinados extravagantes caminando por las calles y en las pantallas de los televisores solo se veía "Fashion TV".


El segundo gelatto llegó pronto. No comí torta como es costumbre, pero comí el mejor helado de todo el mundo, uno de "fragola y cioccolato" que es el clásico de los niños italianos. Esta vez fui detenido por Fracesca antes de atacar mi helado, quien me dijo los básicos que debería conocer de la cultura del gelatto:

1. El clásico helado de barquillo se debe comer en forma circular, de lo contrario parecería un turista.
2. Un buen helado:
- Está en recipientes de metal tapados sin que nadie vea su apariencia.
- Se sirve con paleta y no con cuchara.
- Se vendé en Gelaterias, no en lugares donde vendan más productos.
- Es capaz de reemplazar una cena. 

Sabiendo esto, simplemente comí.
Un paraíso en la tierra, o mejor, cinco




Mi viaje por el norte me llevó a La Spezia, lugar famoso por su proximidad al Cinque Terre que son un conjunto de pueblos a la orilla de la costa de Liguria.

En esta ocasión Orse, una persona increíble que conocí en Colombia meses atrás, sería mi anfitriona. Debo decir que en esta ciudad viví eso que vemos en las películas italianas viejas: un paseo en Vespa, una pizza con un buen vino, una caminata por pueblos escondidos en las montañas, la pelea de dos hombres por una mujer, una casa en una colina donde la luz del sol resalta el color de los olivos, el sonido de las chicharras en el atardecer, jóvenes celebrando la boda de dos viejos amigos. Todo acompañado de alguien que me servía de traductor dado que la rapidez de los movimientos de las manos de un italiano puede aturdir las mentes de aquellos que sólo noe expresamos por palabras. 

Pero faltaba algo, claro, el sabor del gelatto. Esta vez fui un poco más exigente y probé el sabor del melón con una mezcla de pistacho y otro sabor que no pude identificar. No se sí era el calor que se siente cuando se está a 20 metros sobre el nivel del mar, pero una vez más la sensación del gelatto en mi boca me dejó anonadado. Los sabores son extraídos directamente de las frutas, la textura es suave (ni cremosa ni aguada), la temperatura es fundamental dado que no se congela a bajas temperaturas.

Podría escribir y escribir y después, seguir escribiendo sobre los lugares que visité en el norte, ciudades donde el verano es fuerte pero no desesperante. Ciudades donde la comida no es la mejor pero puede ser un buen comienzo. Ciudades donde las personas son tranquilas y amables con el viajero guardando ese sello del italiano, alguien que sabe quesu país es motivó de orgullo. En estas ciudades no se encuentran grandes obras arquitectónicas como en otras del resto del país, pero el impacto de su naturaleza es fuerte. Es el comienzo perfecto para empezar la ruta del gelatto, porque este alimento guía los pasos del viajero. Se pueden encontrar miles de diferencias entre los italianos pero el gusto por este alimento y la cultura que profesan por este, es el mismo.

"El sur es otra cosa", me dijo un caminante en algún momento. Así qué vamos al sur de Italia, seguramente abrá un buen gelatto.

A mi me sirvió:

1. Definitivamente me sirvió conocer las tres ciudades con italianos. Me mostraron los lugares realmente típicos donde debería comer, tomar o simplemente pasar un rato. Sin ellas hubiera sido muy aburrido.
2. Seguir las recomendaciones para encontrar un buen Gelatto.
3. Aprender a leer los movimientos de las manos de los italianos pero no imitarlos. Es mejor aprender algunas frases y mezclar con español.
4. Aunque los turistas no pagan en los buses, a mi me hicieron un control y por suerte tenía el ticket.

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